Las pirámides de Egipto son, de todos los vestigios legados por los egipcios de la antigüedad, los más portentosos y emblemáticos reconocidos. Construidas como criptas reales para los faraones a partir de 2630–2610 a.C, con bloques de piedra revestidos de caliza, eran, a la vista, grandes construcciones de color blanco.
Símbolos del Egipto moderno, y aunque se han localizado al menos un centenar, las más reconocidas son las pirámides de Keóps, Kefrén y Micerino levantadas en la llanura de Guiza, por orden de estos faraones, siendo una de ellas la más alta realizada y que se observan a las afueras de la capital del Egipto moderno,
El Cairo. A principios de la Dinastía III (c. de 2700 a. C.) las mastabas reales se transformaron en pirámides escalonadas, constituidas con varias gradas, a modo de "escalera gigantesca" que se eleva hacia el cielo. La primera y más famosa de estas es la pirámide escalonada de Saqqara del faraón Dyeser (Zoser), cuyo arquitecto era Imhotep, que posiblemente quiso crear un monumento que se elevara hacia el cielo, como una gigantesca escalera, con el fin de simbolizar la ascensión del difunto del "mundo terrenal" "hacia los "Cielos".
La siguiente etapa en la evolución de las pirámides, fue la construcción ordenada erigir por el rey Seneferu, la llamada "pirámide romboidal", o "pirámide acodada", en la región de Dahshur, que se considera una etapa intermedia entre la "pirámide escalonada" y la "pirámide clásica", o de caras lisas.